Y veinte restantes hacen sebo de modo razonable. El, que provee de alimentos al microbio y al elefante a un mismo tiempo; él, que lo reparte todo, la lluvia y el sol, ha hecho que por cada diez hombres que «se tiran a muertos», haya veinte que quieran hacer méritos, de modo. El sujeto que anunció tal determinación, acabadas de pronunciar las palabras de referencia, se queda tan tranquilo como si nada hubiera ocu¬rrido; los otros lo miran, pero no dicen oste ni moste, el hombre acaba de anticipar la última determinación admitida en el lenguaje porteño: Se tira a muerto. ¬bia y trascendental compensación, si en una oficina hay dos sujetos que todo lo abandonan en manos del destino, en esa misma oficina hay siem¬pre cuatro que trabajan por ocho, de modo que nada se pierde ni nada se gana. Antes de iniciar nuestro grandioso y bello estudio acerca del «hom¬bre que se tira a muerto», es necesario que nosotros, humildes mortales, ensalcemos a Marcelo de Courteline, el magnífico y nunca bien pondera¬do autor de Los señores chupatintas, y el que más amplia y jovialmente ha tratado de cerca al gremio nefasto de los «que se tiran a muerto», gre¬mio parásito e imperturbable, que tiene puntos de contacto con el «sque¬nun», gremio de sujetos que tienen caras de otarios y que son más despabilados que linces.
Y cumplido ya nuestro deber con el señor de Courteline, entramos de lleno en nuestra simpática apología. Señor Monner Sans: Si le hiciéramos caso a la gramática, tendrían que haberla respetado nuestros tatarabuelos, y en progresión retrogresi¬va, llegaríamos a la conclusión que, de haber respetado al idioma aque¬llos antepasados, nosotros, hombres de la radio y la ametralladora, ha¬blaríamos todavía el idioma de las cavernas. Tuvo un rápido incremento, lo que le adquirió en 10 de enero de 1874 el título de ciudad, y el de capital de su provincia por la ley de 13 de octubre de 1875. El asiento que ocupa y sus contornos se notan también por otros hechos. En definitiva, no sé si porque era lunes, o porque la gente ha encon¬trado otros lugares de distracción, el caso es que el Jardín Botánico ofre¬ce un aspecto de desolación que espanta. Con meridiana claridad que nos envidiaría un académico o un con¬feccionador de diccionarios, acabamos de establecer la diferencia funda¬mental que establece el acto de «tirarse a muerto», con aquel otro adjeti¬vo de «squenun». El que «se tira a muerto», camiseta fc barcelona ya ha nacido con tal tendencia. Sólo se ve algún matrimonio proyecto que recrea sus ojos sin perjudicar sus rentas, ya que para distraerse recorren los senderos solitarios, separados uno de otro medio metro.
La naturaleza con su sabia previsión de los acontecimientos sociales y naturales, y para que jamás le faltara tema a los caballeros que se dedi¬can a hacer notas, ha dispuesto que haya numerosas variedades del ejem¬plar del hombre que «se tira a muerto». Todos me¬ditando en los letreros latinos que se ofrecen con profusión a la vista del público. Luego ingresó a una oficina, descubrió con su instinto de parásito cuál era el hombre más activo, y se apegó a él, de modo que teniendo que hacer entre los dos un mismo trabajo, en realidad éste lo hiciera, por¬que tan lleno de errores estaba el trabajo del que «se tira a muerto». Comprende una superficie de 4,000 kilómetros cuadrados con una población de 18,000 habitantes. Contiene una población de 680 habitantes, escuela gratuita, oficinas de registro civil y de correo y una iglesia, erigida en parroquial desde 1864, sustituyendo en este carácter á la de Quiahue, que antes lo tenía.
El primero no oculta su tendencia a la; vagancia, sino que por el contrario la fomenta con sendos baños de sol; el segundo acude a su trabajo, no trabaja, pero hace como que trabaja, cuando lo puede ver el jefe, y luego «se tira a muerto» dejando que sus; compañeros de deslomen trabajando. El primero es el cínico de la holgazanería; el segundo, el hipócrita del dolce far riente. Primero protestaron contra «ese inútil», luego, hartos, le dejaron hacer, y el hombre que «se tira a muerto» florece en todas las oficinas, en todas nuestras reparticiones nacionales, aun en las empresas donde es sagrada ley chuparle la sangre al que aún la tiene. Así, hay el hombre que no se puede «tirar espontáneamente a muer¬to». Y los jefes acabaron por acostumbrarse al hombre que «se tira a muer¬to». Sobre todo ahora, que triunfa el específico; sobre todo ahora que ha sonado la hora de la decadencia de la receta. Hace una hora que «le dan a los copetines», y de pronto llega el ineludible y fatal momento de pa¬gar. Usted será discreto, equipacion barça 2024 es decir que no dirá que he sido yo quien se la ha contado.